Doce mil malagueños se han marchado en los últimos cuatro años, tres mil más que en la primera etapa del gran éxodo de hace medio siglo
Jóvenes preparados entre los 25 y los 35 años, con títulos
universitarios e idiomas, pero sin oportunidades laborales relacionadas
con su formación en nuestro país y con escasa o nula experiencia
laboral. Es el perfil del nuevo emigrante, según explica Teresa Rubio,
directora de la empresa de trabajo temporal Randstad en la provincia. Un
retrato muy diferente al de los malagueños que se marcharon a trabajar
al extranjero en los años 60 y 70, que acudieron a la llamada de la
entonces República Federal Alemana, Francia o Bélgica para ocupar los
puestos más duros y peor remunerados como mano de obra barata.
Entre una emigración y otra existen muchas diferencias,
pero también similitudes. Antes, los que se marchaban huían de la
miseria. Ahora, la falta de oportunidades está empujando a muchos
jóvenes a salir de España. Lo más sorprendente es que el éxodo de
malagueños que se han marchado desde el año 2009 supera ya al de los
primeros años de la emigración de los años 60. Entre enero de 2009 y de
2013, 12.347 malagueños han hecho las maletas para encontrar un trabajo,
según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) del
INE, 3.600 más que los 8.645 que se fueron entre 1964 y 1967, según los
datos recogidos del Instituto Español de Emigración (IEE). Unas cifras
en las que, según los expertos, hay que tener en cuenta los cambios
demográficos –la provincia tiene ahora más habitantes– y que en esta
estadística no se incluyen muchos ciudadanos que viajaron por su cuenta
hace medio siglo o que no se registran actualmente en los consulados
españoles en el país de destino.
Uno de los autores de 'Historia del Instituto Español de
Emigración' y profesor de Historia Contemporánea de la Universidad
Complutense de Madrid, Carlos Sanz, explica cómo era la emigración que
experimentó España en la época franquista. «La mayoría eran jornaleros
que apenas sabían leer y escribir que de un día a otro pasaban de vivir
en los pueblos a cambiar de país, cultura, idioma, moneda y a descubrir
las grandes ciudades modernas donde encontraban mayor libertad», señala.
Ahora, los jóvenes malagueños están mucho más acostumbrados a viajar y
ya conocen otros países e idiomas en un mundo cada vez más globalizado,
explica Sanz. El simple hecho de no tener que llevar pasaporte para
entrar en otros países de la Unión Europea y de compartir moneda ya
supone un gran cambio.
Salidas organizadas
Hace medio siglo, el IEE –que en Málaga tenía su sede en la
avenida Manuel Agustín Heredia–, se encargaba de organizar las salidas
europeas y transoceánicas de españoles con acuerdos bilaterales con
otros países. Algo que hoy día no existe. Solo se han producido campañas
como la de la canciller Ángela Merkel para atraer talentos españoles a
Alemania o los anuncios de algunas ofertas de empleo en Canadá o
Ecuador. En la actualidad, los malagueños viajan «a la aventura» aunque
muy informados, buscando el país en el que creen que pueden tener más
opciones de trabajo, según explica Carlos Palomo, consejero de la Red
EURES en Málaga.
Destinos elegidos
Suiza, Alemania y Francia en Europa, y Argentina, Venezuela
y Brasil en Latinoamérica fueron los destinos elegidos por los
emigrantes de aquella época. Ahora, a pesar de la fama de Alemania, la
mayoría de los malagueños se están marchando a otras zonas, según
explica Carlos Palomo. Argentina, Brasil, EE UU y Reino Unido son los
destinos que han recibido mayor número de malagueños en los últimos años
según las cifras del INE. Una tendencia que confirma Rocío González de
Adecco, quien señala que el idioma está haciendo que muchos se decanten
por zonas de habla española o inglesa.
La forma de viajar también ha cambiado. Si antes los
malagueños pasaban días enteros en trenes con destino a Europa, y en
barcos hacia Latinoamérica o Australia, ahora los precios más asequibles
de las compañías aéreas 'low cost' facilitan la decisión de emigrar.
Una situación que, según Sanz, provoca que muchos jóvenes se marchen
ahora a probar suerte y vuelvan a España ante el primer obstáculo. «En
los años 60, las familias ahorraban durante meses para comprar los
pasajes para los jóvenes, y se entendía como un fracaso si volvían sin
haber cumplido su proyecto migratorio», dice Sanz. Ahora, sin embargo,
los jóvenes dejan en España la mayoría de los casos una situación
acomodada y deben empezar de cero, perdiendo en muchos casos calidad de
vida en el lugar de destino.
La comunicación con la familia también ha cambiado. «Una
carta podía tardar dos meses en llegar», indica Sanz, mientras que hoy
por hoy los jóvenes están conectados al segundo gracias a Internet. De
hecho, las nuevas tecnologías se han convertido en imprescindibles en el
equipaje de los nuevos emigrantes. Frente a la maleta de cartón en la
que apenas llevaban una muda, artículos de aseo y en la que no podía
faltar la recomendación de buena conducta del párroco o el gobernador de
turno, ahora llevan portátil, tablets y móviles de última generación en
prácticos 'trolleys' con ruedas.
Alicia Fernández, secretaria de Igualdad y Formación de UGT
en Málaga, explica que muchos jóvenes están viendo frustradas sus
expectativas migratorias. Se marchan con mucha formación, pero a veces
se topan con puestos por debajo de su cualificación y con contratos por
horas. «Se están marchando muchos a Alemania que se tienen que volver
porque no pueden convalidar sus títulos y no dominan el idioma», señala.
INMIGRANTES DE AYER
-Eutiquiano García Australia
«Trabajábamos muy duro, pero se vivía mejor que en España»
Eutiquiano García fue uno de los españoles que en el año
1960 emigraron hasta las antípodas para labrarse un futuro mejor. Vivió
durante nueve años en Queensland (Australia), donde trabajó en los
cultivos de la caña y del tabaco. Un empleo duro, pero bien pagado.
Según explica este cántabro afincado en Málaga desde hace tres décadas,
antes de marcharse cobraba unas 50 pesetas (0,30 euros) al día como
transportista de una bodega en Santander. En Australia llegó a ganar
1.000 pesetas diarias (6 euros). «No parábamos de trabajar, pero se
vivía mucho mejor que en España; al llegar, estuvimos varias semanas en
un campo de trabajo de la II Guerra Mundial, y solo por estar allí ya
nos pagaban y nos daban comida; comí más carne en esas semanas que la
que había probado en mucho tiempo», recuerda Eutiquiano, que se fue con
25 años. Tardó 33 días en llegar en barco. «Íbamos con lo puesto», dice y
señala que había tanto emigrante que aprendió más italiano que inglés.
Con lo que ganó pudo ayudar a la familia, comprar un piso y una licencia
de taxi a su regreso.
-María Pérez Liberia
«Pasé de vivir en blanco y negro al tecnicolor»
María fue una de las pocas españolas que emigró a Monrovia
(Liberia). Se marchó al país centroafricano con apenas 18 años. Su
madre, que se quedó sin recursos al enviudar, se había ido un poco antes
para trabajar cuidando a los hijos de una familia americana. Al tiempo,
llegó también su hermana menor. María trabajó en una peluquería de
españoles durante cuatro años. Asegura que la vida pasó del blanco y
negro al tecnicolor. «Era todo muy exótico y alegre; pudimos ahorrar
para un piso aquí», señala.
-Antonio Jiménez y Carmen Sánchez Francia
«Si fuéramos jóvenes ahora, nos iríamos con los ojos cerrados»
Antonio Jiménez dejó su Yunquera natal con 19 años, en
1969, para marcharse a Lille, en el norte de Francia, donde trabajó como
agricultor en un pequeño cortijo. Llegó con un contrato seguro porque
su hermano llevaba allí un año y le avisó de que había un puesto
vacante. Al principio fue duro. «Hacía frío y no teníamos agua potable,
aunque nos trataban bien, teníamos habitación propia y comíamos en la
misma mesa que nuestros patrones», recuerda. Lo más difícil fue el
idioma. «Nos entendíamos por signos», señala. La mejor recompensa era el
salario. Antonio recuerda que volvió de vacaciones a su pueblo y le dio
a su madre 50.000 pesetas. «Se quedó sin habla, era muchísimo dinero»,
dice. Al poco tiempo se casó con Carmen Sánchez, a la que conocía del
pueblo de toda la vida. «Volví un año y le dije: '¿Quieres casarte
conmigo? Pues prepara el pasaporte porque nos vamos a Francia'», indica.
Sus dos hijos nacieron en Francia, el país que durante una década se
convirtió en su hogar. «Si fuéramos jóvenes ahora, nos iríamos con los
ojos cerrados», añade Antonio.
INMIGRANTES DE HOY
-Lola Sánchez Reino Unido
«Soy licenciada en Periodismo y trabajo de 'au pair'»
Lola Sánchez, periodista de 30 años, decidió cambiar de
vida después de encadenar prácticas y contratos precarios en el mundo de
la comunicación y se marchó al Reino Unido a mejorar su inglés. Lleva
un año en Londres, donde ha trabajado de camarera y ahora cuidando a dos
niños como 'au pair'. Señala que los sueldos son mas altos, pero el
alquiler, la comida y el transporte, también. «He tenido la tentación de
volverme varias veces, pero aquí al menos tengo trabajo y gano mi
dinero», señala.
-Rafael Gómez Sánchez-Lafuente Alemania
«Quería irme a vivir con mi pareja y en Málaga sin empleo no podía»
Rafael Gómez, nieto de un español que emigró a Suiza, lleva
solo diez meses viviendo en Düsseldorf (Alemania). Es ingeniero técnico
industrial de Electricidad y tiene un Master de Ingeniería Acústica. La
situación en España le empujó a sus 27 años a hacer las maletas y
probar suerte fuera de nuestras fronteras. «Quería empezar una vida de
pareja con mi novia, cosa que en Málaga no podía hacer sin empleo, y
decidimos venirnos los dos», dice. Allí, contaban con la ayuda de una
cuñada que les echó una mano al principio. Después de trabajar como
camarero y de un curso intensivo de alemán, ahora tiene un empleo en una
empresa de mudanzas, cargando y descargando muebles. «No es de lo mío,
no me siento realizado profesionalmente, pero en España tampoco lo
estaría y me vine aquí sin saber nada de alemán; ahora al menos tengo
trabajo y el nivel B1 del idioma», dice. Gana 1.200 euros al mes y
asegura que en Alemania hay más oportunidades y puede vivir
independizado. «Mi meta es mejorar el idioma y conseguir un puesto de lo
mío», señala.
-Jerónimo López Alemania
«Si no estás dispuesto a aprender el idioma, mejor no vengas»
Jerónimo López llegó a Alemania en febrero de 2011 con «la
maleta como única compañera». Es programador web y actualmente trabaja
para un holding financiero, en el departamento de desarrollo de software
en Frankfurt. Asegura que encontró empleo muy rápido. El primero lo
halló en la región de Baden-Württemberg gracias a una red social laboral
y fue la propia empresa la que contactó con él. Actualmente tiene un
contrato indefinido y explica que gana mil euros más de lo que ganaría
en el mismo puesto en Málaga. Y todo sin saber alemán anteriormente.
«Tuve la suerte en los dos empleos que hasta ahora he tenido de que me
hayan pedido solo inglés, aunque aprendo por mi cuenta; hay que venir
con una cosa muy clara en la cabeza a este país en mi opinión, y es que
si no estás dispuesto a aprender el idioma, mejor no vengas», dice. Este
malagueño señala que imaginaba que le costaría mucho adaptarse al
trabajo, pero que donde ha encontrado más dificultades es en hacer
amigos, precisamente, por el idioma.
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