Unas 600 personas en la provincia se han 'realojado' en inmuebles vacíos
tras ser desahuciadas Los constructores dicen que el problema no se
puede solucionar con "la patada en la puerta"
Huele a tortilla de patatas. Los suelos están relucientes y las paredes
blancas. Hay muy pocos muebles, un sofá pequeño, una tele y un colchón,
pero se respira vida entre unos muros levantados hace varios años y
nunca antes habitados. En la fachada, un cartel grande avisa de su
presencia. Son la Comunidad de la Esperanza, cinco familias que se
autodenominan realojadas porque detestan que se use con ellas el término
okupa. Desde hace dos meses viven en este inmueble después de
pasar situaciones límites. Inma cuenta que vivió en una tienda de
campaña, en el monte y Tania recurrió a las salas de espera de los
hospitales ante el miedo de dormir sola en la calle. Como ellas, otras
150 familias en la provincia, unas 600 personas, han buscado un techo, aunque sea de forma ilegal, ante su desesperación.
Saben que cuando llegue una orden judicial se acaba todo, pero,
mientras tanto, están intentando salir a flote en pisos que no les
pertenecen. En la mayoría de los casos se trata de bloques de nueva
construcción, muchos sin terminar, sin tener la cédula de
habitabilidad, que pertenecen a constructoras y promotoras o a entidades
financieras y que, tras la obra, con la paralización de los créditos,
no se han podido vender. El pequeño edificio de la calle Tejidos llevaba
más de 3 años cerrado. Había sido lugar de toxicómanos, según sus
nuevos habitantes, y estaba lleno de suciedad y con las puertas
"reventadas".
Inma, Esther y su hija adolescente, Saray con sus tres niñas,
Tania y la joven pareja que forman Marta y Bernardo se instalaron en él
después de adecentarlo. Hace un mes nació la pequeña Nashira. "Le he
puesto ese nombre porque dicen que significa portadora de buenas
noticias, a ver si es verdad", dice Marta, su madre. "No necesito lujo,
pero tenemos derecho a una vivienda, estábamos tirados en la calle y no
pedimos dinero, sino un techo para refugiarnos de la lluvia", comenta
Tania, que cuenta alterada cómo los propietarios del bloque se
presentaron allí "nos dijeron que esto era suyo y que nos fuéramos, que
ellos no podían costear los seis millones de parados". Y reiteran los
miembros de la Comunidad de la Esperanza que "no queremos que nos
regalen nada, no nos negamos a pagar, pero no podemos hacer frente a un
alquiler normal".
Tania ha trabajado desde los 16 años. "Igual que ahora me veo
sin nada he tenido mis ingresos, tuve coche, moto, comía buenos filetes y
ahora no tengo nada", se lamenta. Durante los veranos suele trabajar de
extra de camarera de piso en hoteles y gana 270 euros al mes. El resto
del año, nada. Inma lleva tres años en el paro sin prestación alguna y a
Saray le quitaron el piso y está a la espera de la promesa de "una casa
del Ministerio". Limpian por horas y reciben algunas ayudas de
familiares. También los vecinos y la Plataforma de Afectados por la
Hipoteca (PAH) les han ayudado con comida y leche para la pequeña.
Gracias a esto comen todos los días, aunque sea macarrones "y arroz
blanco porque no tenemos ni para tomate".
Según explica Antonio Alarcón, miembro de la PAH, "muchas más
familias están desesperadas y con necesidad de meterse en viviendas
vacías, hay mucha gente desahuciada de alquileres". Por ello, desde esta
plataforma se les ayuda a buscar alternativas. "No animamos a nadie a
que se meta en un edificio, pero son situaciones precarias y muy duras.
Así que intentamos solventar los problemas con las herramientas que
tenemos, ir a los juzgados con la resolución del Tribunal Europeo o con
el real decreto de la Junta e intentar poner de acuerdo a propietario y
realojados para que se pueda establecer un alquiler social", estima
Alarcón.
Pero los promotores consideran que una problemática social tan
severa la tienen que solventar las administraciones públicas y no los
propietarios particulares. "El problema no se soluciona contra la ley,
con una patada en la puerta, el estado no puede permitir eso. Las
instituciones son las que tienen que actuar y, sin embargo, están
llegando a una dejadez de sus competencias", considera José Prados,
presidente de la Asociación de Constructores y Promotores (ACP). Prados
critica el real decreto de la Junta de Andalucía, porque sanciona el
stock de las promotoras y amenaza con expropiar a los bancos sus
inmuebles vacíos, "en vez de utilizar la vivienda pública que se ha
construido con los impuestos de todos para la acción social". Esto,
sostiene, "es anticonstitucional y no cabe dentro de la legislación
vigente, no pueden meter la mano en mi propiedad".
Según un recuento realizado por la Asociación de Constructores y
Promotores, en Andalucía existen entre 50.000 y 55.000 viviendas
públicas inhabitadas. "Las casas están adjudicadas a las familias, pero
la banca no da créditos, hay una sequía total y absoluta de crédito y ha
pasado igual en lo público que en lo privado, que no se llega a la
compra venta", apunta Prados.
Muchos no han podido comprar o sostener sus hipotecas, pero
otros, ni siquiera pueden alquilar porque viven gracias a una economía
sumergida que les aporta muy pocos recursos y sin amparo legal para
poder optar a un alquiler. Es el caso de las mujeres de la Corrala Las
Luchadoras. Son nueve chicas de entre 22 y 28 años con 11 niños, madres
solteras y la que más cobra es gracias a un trabajo a media jornada que
pasa en poco de los 400 euros mensuales. Ellas, como en La Esperanza, se
han unido en comunidad para intentar hacer más fuerza. "Un realojo en
solitario es muy duro, por eso recomendamos que se busquen una comunidad
que se apoye, que esté más fuerte, gente que trabaje de manera
conjunta, que tome sus responsabilidades, dialogue entre vecinos y se
ayude", comenta Antonio Alarcón, miembro de la PAH, que también destaca
la inseguridad y los miedos que sufren estas personas. Las luchadoras
miran por las ventanas cada vez que salen de casa. La Policía las detuvo
al día siguiente de ocupar el edificio de apartamentos de la calle
Huerto de Monjas y las retuvo ocho horas. Días más tarde, volvieron a
venir. Pero ellas no abandonarán el bloque si no es con una orden
judicial, aseguran.
A María, la pequeña de 6 años de Ángeles, le gusta "la casa
nueva". Al menos, tiene espacio para jugar. Antes se hacinaban en casa
de su abuela. Ahora tienen un apartamento minúsculo, sin cocina, con un
baño y un pequeño patio para las dos. El piso de Lidia es un poco más
amplio, tiene una habitación, pero es un bajo y las tuberías estaban tan
atoradas que se le inunda el piso y tendrán que recurrir a un
fontanero. Ella y sus hermanas Estefanía y Noelia forman parte de la
corrala junto a sus hijos. "En casa de mis padres éramos nueve personas
en dos habitaciones y un sólo sueldo", cuenta Estefanía que este mes
termina de cobrar la ayuda familiar. Y Noelia acaba contrato el martes
como monitora escolar y "me pertenece una ayuda de 150 euros al mes".
Pocas reciben manutención por sus hijos. Rosa, que tiene dos niños, era
una excepción, pero a su ex pareja le han recortado horas en el trabajo y
la colaboración se ha reducido a la mitad. Rosi cobra 400 euros por
media jornada y asegura que "he querido alquilar una casa y no me dan ni
una lavadora a plazos con este sueldo". Cristina gana 70 euros al mes
con la limpieza por horas y Lidia, que siempre "he estado acostumbrada a
ganarme la vida" limpia por 75 euros los fines de semana, vende dulces o
ropa en un mercadillo, cualquier cosa para salir adelante.
Todas ellas son del barrio de la Goleta y sabían que el inmueble
llevaba construido desde 2005. "Era de una inmobiliaria que quebró y
ahora están de juicios con el banco", explican las mujeres que están
siendo apoyadas por muchos vecinos de la zona. Van a recoger firmas para
intentar llegar a un acuerdo y poder quedarse en esas viviendas pagando
un alquiler social. "No queremos vivir por la cara, sino pagar un
alquiler social, pagar nuestra luz y agua, tener una casa por lo poco
que podemos pagar y sin tener una nómina", reiteran. Piden eso, por el
momento, aunque lo que realmente les gustaría es "tener un trabajo" que
les permitiera una existencia normalizada. Mientras tanto, en ésta y en
muchas otras situaciones similares, luchan desde sus escasos recursos
por mantener la esperanza en estos tiempos oscuros.
http://www.malagahoy.es/article/malaga/1511954/techos/para/familias/desesperadas.html
jueves, 2 de mayo de 2013
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