Los familiares de las víctimas se acercan hasta el lugar de la excavación para poner fin a los años de incertidumbre
Encuentran en una fosa común de Istán los restos de cuatro republicanos ejecutados
El azul acuoso de los ojos enrabietados y emocionados de
Ana Guerrero, una vecina de Istán de 81 años, reflejan su tristeza al
recordar aquella mañana del 12 de febrero de 1937 en la que su padre, un
arriero del pueblo, fue llamado junto a otras personas para cavar la
fosa común en la que se enterraron a cuatro republicanos ejecutados la
noche anterior durante la Guerra Civil. Era una historia que todo el
mundo sabe en Istán, pero que hasta ahora ha permanecido sepultada bajo
la tierra y los miedos.
El boca a boca entre los vecinos y el trabajo de los
historiadores de la Federación Estatal de Foros por la Memoria
permitieron que se localizase una fosa que ya quería dejar de serlo.
Como cuenta el coordinador de los trabajos, José María Pedreño, hace
unos meses aparecieron los restos de un pie y una alpargata en la zona,
ya que la erosión de la tierra por la lluvia con el paso de los años
hizo que parte de esta fosa quedase al descubierto.
Entonces se puso en marcha el dispositivo para trabajar
en la fosa común y devolver a las cuatro familias su derecho a poder
llorar a sus antepasados a sabiendas de que se encuentran en un lugar
concreto. Tras dos días de intensas labores de excavación soportando
altas temperaturas, los restos de las cuatro personas ejecutadas fueron
exhumados en «perfecto estado».
Elena García, una antropóloga que trabaja en la
recuperación de los cuerpos, explica cómo se distinguen perfectamente
los cadáveres de los vecinos de Istán. Se trata de una fosa estrecha, de
unos 50 centímetros de ancho, y realizada de forma lineal, en la que se
aprecian cuatro cadáveres en posiciones distintas. «Uno está boca
abajo, otro puesto en dirección contraria a los demás y dos enterrados
uno encima del otro», dice.
La interpretación de Pedreño, que ha trabajado en
numerosas fosas comunes de la Guerra Civil, sugiere que la ejecución de
estas cuatro personas fue realizada por falangistas: «Cuando eran los
militares se observan los tiros de gracia en la sien y los cuerpos
colocados de forma cuadriculada, mientras que, cuando los asesinatos los
llevaban a cabo los miembros de Falange, los cadáveres se tiraban a las
fosas sin orden».
Mientras los pinceles y las espátulas con las que los
voluntarios trabajan en la fosa común acariciaban respetuosamente los
restos de los cuerpos, los familiares de las cuatro víctimas de la
Guerra Civil se acercaban hasta el lugar de la excavación para poner fin
a años de incertidumbre.
María Álvarez es una psicóloga que se encarga de atender a
estos familiares. Álvarez explica la importancia de que las personas
tengan un lugar para llorar a sus seres queridos: «Ahora están pasando
el duelo que no pudieron realizar hace 75 años, al no hallar a sus seres
queridos, y se encuentran con emociones como la ansiedad o la
tristeza».
Sin embargo, ahora que se ha destapado la fosa común y se
han desenterrado los cuerpos de los cuatro vecinos de Istán sí que
podrán pasar ese duelo. «Se trata de una reparación mínima que se
tendría que haber llevado a cabo hace ya muchos años», insiste la
psicóloga.
Francisco Rivero, Miguel Tineo, Juan Toro y Manuel
Granados son los nombres que reflejan esta cruel historia. De entre 25 y
54 años, los vecinos de Istán afirman que eran personas «honradas y
trabajadoras».
Igual el propietario de la finca en la que se encuentra
la fosa común, no los conoció, pero sí sabía de esta historia. El
alcalde de Istán, José Miguel Marín, cuenta como esta persona, que ya
falleció, nunca tocó esa parte del terreno: «No sembró ni hizo nada
allí, porque sabía lo que había».
Al igual que este vecino, las personas que viven en Istán
conocen desde siempre lo que allí ocurrió, aunque hasta ahora no se
haya destapado una realidad, según Marín, oculta por los estigmas del
miedo inculcado durante la Guerra Civil y los años posteriores del
régimen de Francisco Franco.
Tanto es así que los vecinos del pueblo llaman a la zona
donde se han hallado los cuerpos La Lomilla de los Muertos. Un triste
nombre para un enclave desde el que se divisa el abrupto paisaje de
montañas que protegen la costa marbellí.
Pese al hallazgo de los cuerpos y su desentierro, el
trabajo de los voluntarios no finalizará entre las curvas de la
carretera hacia Istán. Elena García indica que ahora los restos serán
transportados hasta la Universidad Autónoma de Barcelona, donde se les
realizarán diferentes pruebas, como las del ADN, para relacionar cada
cadáver con su familia.
La piedra caliza que dificultó el cavar la zona y que
durante todos estos años ha acunado los restos de los cuatro vecinos de
Istán ejecutados durante la Guerra Civil ya no acompañará más a estas
personas. Los ojos azules de Ana Guerrero volvían a emocionarse para
desear que ninguna guerra se produzca y esperando que esas piedras
calizas nunca más tengan que abrazar a nadie.
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