Hace un año, las ejecuciones hipotecarias por impago de los propietarios de las viviendas era algo residual, casi anecdótico. Los juzgados de Primera Instancia de Marbella registraban un caso al mes. Dos como máximo. Hoy tramitan 70. La crisis económica y la elevada tasa de desempleo ha disparado el número de ejecuciones hipotecarias, solicitadas en su mayoría por entidades financieras, dejando a muchas familias sin vivienda. Si en 2008 los juzgados registraron 540 procedimientos de este tipo, este año prevén cerrar con 840, casi el doble.
Los juzgados son un barómetro de la situación económica. A menos dinero, más conflicto. Prueba de ello es que han multiplicado en el último año por ocho el número de ejecuciones hipotecarias. «Es un claro síntoma de que la situación está muy mal porque lo último que se deja de pagar es la hipoteca», asegura Alfredo Martínez, delegado territorial de Ausbanc Consumo, Asociación de Usuarios de Servicios Bancarios.
La morosidad en la ciudad va en aumento. En un primer momento cayeron los créditos al consumo. Ahora son las hipotecas. Al principio, la mayoría de las viviendas eran segundas residencias de extranjeros que dividían su estancia entre Marbella y su país de origen o que la habían adquirido como inversión. Con la caída de la libra cayó también el poder adquisitivo de gran parte de la población extranjera residente, mayoritariamente de origen británico. Y los recibos devueltos empezaron a llegar a las entidades bancarias.
A partir del segundo trimestre la situación dio un giro y se radicalizó. Empezaron a aparecer los primeros casos de familias, muchas de ellas de origen marbellí, que perdían su única casa en favor del banco, y eso a pesar de las medidas de flexibilización puestas en marcha por las entidades y el propio Gobierno para reducir las comisiones a la mínima expresión en viviendas habituales.
Los datos facilitados por el Decanato de Marbella son demoledores. En los seis primeros meses del año, 420 familias ya habían perdido su casa por no poder hacer frente al pago de los recibos bancarios de forma reiterada. Tres o cuatro letras sin cubrir son suficientes para provocar la reacción de un banco que denuncia a su cliente ante el juez. La demanda permite que la entidad financiera u otro acreedor subaste el bien (normalmente una vivienda o un edificio) para recuperar los importes prestados más los intereses. El problema es que las subastas también quedan desiertas por falta de liquidez y finalmente el piso queda en manos del banco, incapaz de darle salida en el actual mercado inmobiliario.
«Nos han llegado casos extremos, familias en las que ambos cónyuges han perdido el trabajo, cobran el subsidio de desempleo y no pueden hacer frente a la hipoteca que contrataron en época de bonanza pensando que nunca les faltaría el trabajo», explica el juez decano, Ángel Sánchez. En algunos casos extremos, después de que el banco se quede con la vivienda, sus clientes aún le deben cantidades millonarias. El juez recurre en última instancia al embargo parcial del salario. Así, 6.000 marbellíes tienen actualmente la nómina embargada para hacer frente a sus deudas.
A subasta
En las ejecuciones hipotecarias no se llega al embargo; las viviendas pasan directamente a subasta. Los expertos consultados apuntan a que la crisis es más financiera que de vivienda. Los bancos tienen ahora un repentino exceso de celo. No prestan dinero porque ya no se fían y porque están pagando ahora todo lo que no se contuvieron en su día. Prueba de ello es el aumento de los embargos y las reclamaciones de cantidad en los juzgados marbellíes, ya de por sí saturados.
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