martes, 24 de junio de 2014

La musa del hombre nuevo

El Picasso presenta 'El Lissitzky: La experiencia de la totalidad', una mirada integral al artista ruso consagrado a las vanguardias y a la revolución soviética

Afirmó una vez Eliezer Markóvich Lissitzky (1890-1941), más conocido como El Lissitzky: "El constructivismo prueba que no hay que fijar un límite entre una obra de arte y un invento técnico". El artista ruso compartió ciertamente con Rodchenko el entusiasmo creador que alumbró el constructivismo como nueva religión, pero su afirmación trasciende cualquiera de los géneros y registros que practicó como creador. En El Lissitzky, la eterna cuestión histórica respecto al equilibrio entre el individualismo necesario en todo artista y la posibilidad de que el mismo ponga su obra al servicio de una colectividad sin traicionar su singularidad adquiere matices que, un año después de su eclosión, merecen volver a ser tenidos en cuenta. Por eso, el Museo Picasso le dedica la exposición El Lissitzky: La experiencia de la totalidad, una mirada integral al artista y al hombre con más de 130 pinturas, fotografías, libros ilustrados, revistas, películas y diseños arquitectónicos que podrán verse hasta el próximo 24 de septiembre. 



Al contrario que buena parte de sus compañeros de generación y de fundación soviética, El Lissitzky no es un artista demasiado conocido en Europa (su hijo Jen Lissitzky vive, curiosamente, cerca de Ronda, aunque ayer no pudo asistir a la inauguración por motivos de salud). De hecho, la última exposición dedicada al ruso en España se celebró hace ya catorce años. Pero, precisamente por eso, la propuesta del Picasso resulta reveladora no sólo en cuanto a la propia figura de El Lissitzky, también en cuanto a la posibilidad de contrastar los argumentos consabidos respecto al desarrollo de las vanguardias artísticas rusas (y su influencia en Europa) al abrigo de los soviets en los primeros años de la revolución. La experiencia de la totalidad ha sido comisariada por Oliva María Rubio y coproducida por el Museo Picasso Málaga, el Museo d'arte moderna e contemporánea di Trento e Rovereto (MART), la Fundació Catalunya-La Pedrera y La Fábrica (antes de llegar a Málaga la muestra se vistió de largo en Trento, y después del Museo Picasso lo hará en Barcelona) y, más allá de su contenido artístico, tanto el discurso expositivo como la instalación en la sala superior del Palacio de Buenavista permiten también extraer algunas conclusiones sobre la vinculación entre creación artística y propaganda y sobre el papel reservado al artista en la dictadura del proletariado. 

Tal y como explicó ayer José Lebrero, la muestra (a cuya inauguración asistió ayer la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz) responde con eficacia a su propio título, La experiencia de la totalidad: "Si no es enciclopédica, al menos sí que es ejemplar", señaló. Todo lo relativo a El Lissitzky está aquí: su dedicación al arte a través de pinturas, diseños arquitectónicos, tipografías, revistas, fotografías, proyecciones de películas (con fragmentos de El hombre de la cámara, de Dziga Vertov, en cuyo rodaje colaboró en 1929; así como de un mediometraje que contiene fragmentos de otras producciones rusas de la época) queda contrastada al dedillo, pero no menos su adscripción a la revolución soviética. El Lissitzky, nacido en el seno de una familia burguesa hebrea, conjugó sin problemas su responsabilidad en la prefiguración de las vanguardias (izó la bandera del suprematismo junto a Malévich antes de hacer lo propio con la del constructivismo junto a Rodchenko, por lo que fue admirado tanto por el grupo De Stijl en Holanda como por la Bauhaus alemana) con su compromiso con la divulgación de los valores soviéticos: tras ser invitado en 1917 por Marc Chagall para dar clases en el Instituto Popular de Vítebsk, se unió al colectivo suprematista Unovis y se implicó en todas las actividades de agitación y apoyo al ejército revolucionario que tuvo a su alcance. Para El Lissitzky no había distinción entre arte y trabajo: su lenguaje abstracto y geométrico pretendía ser un medio de alienación para la propagación de la ideología comunista. Pero lo cierto es que sus argumentos estéticos tuvieron otros efectos, especialmente entre los no pocos artistas europeos que cayeron abiertamente rendidos ante sus propuestas: Le Corbusier, Mies van der Rohe, Moholy-Nagy y Hans Arp, entre otros, adoptaron sin complejos sus visionarias composiciones. Y también, como recordó ayer Lebrero, conviene recordar que el ruso practicaba ya registros poderosamente cubistas cuando todavía el cubismo estaba mal visto en París. Alemania fue la puerta de acceso de los artistas rusos a Europa, y en modo alguno resulta atrevido considerar que Picasso pudo llegar a compartir la misma admiración por esta vía. Más allá de la cualidad ideológica aplicada al arte, la exposición da buena cuenta de la querencia de El Lissitzky por el régimen a través de algunas de las revistas que él diseñó con geométricas puestas en página, como la canónica URSS en Construcción, fundada por Gorki y de la que llegaron a publicarse algunos números en español en los años 30 (también pueden contemplarse en la muestra una edición de poemas de Ilyá Ehrenburg, algunos libros en yiddish y varios catálogos, entre otras ediciones publicadas con la hermosísima tipografía creada por el artista, en la que confluyen texto e imagen con curiosos recortes circulares), así como una jugosa cartelería propagandística e imágenes de los pabellones que El Lissitzky creó para la participación soviética en diversas exposiciones internacionales, desde Colonia a Nueva York. Precisamente, la disposición de la muestra La experiencia de la totalidad en el Museo Picasso sigue las directrices que el propio El Lissitzky aplicó en sus expositores seculares, con fondos rojos y grises, líneas sinuosas y aspiración monumental. 

Oliva María Rubio señaló por su parte que en pocos referentes como en El Lissitzky "se persigue una noción tan clara del arte como instrumento de transformación social. Él trabajó en todas las disciplinas de su tiempo, incluidos el ensayo y la educación, en virtud de la fe en el progreso. El Lissitzky ponía su obra al servicio de lo que la revolución había decidido llamar el hombre nuevo". Y para consolidar esta nueva dimensión del arte, el creador alumbró también, a su manera, un arte nuevo al que llamó Proun, acrónimo de Proyectos de Afirmación de lo Nuevo. Consagrado a la pintura y la arquitectura, El Lissitzky comprendió bien pronto que era posible establecer cauces de conexión entre ambas, así que el Proun es una especie de cruce de vías que nace, sobre todo, de la traducción arquitectónica de lo originalmente pintado o dibujado. En el Proun conviven formas bi y tridimensionales, representadas a menudo de forma axonométrica mediante proyecciones obtenidas a través de varios ejes. El Lissitzky amplió el Proun para el diseño de edificios, vestuarios, las más diversas máquinas y escenografías (su contribución al desarrollo del teatro ruso en pleno esplendor del drama no fue precisamente menor, si bien sus innovaciones en este sentido también tuvieron una resonancia importante en Alemania). Pero, ante todo, el Proun es un objeto que, en su constitución puramente geométrica, modifica radicalmente la posición del testigo; quien se aproxima a la obra ya no puede ser sólo alguien que mira, sino mucho más: alguien quehabita. Y es aquí donde El Lissitzky mejor cuadra la balanza entre inspiración individual y utilidad popular, pues los espacios creados a partir de la materialización arquitectónica del dibujo y la pintura constituyen la definición de un territorio, y un territorio común, compartido: el país o la patria que luego se concretará en casas, teatros, balcones desde los que pronunciar arengas y movilizar a las masas. Es en el Proun, constructivista en sus hechuras y revolucionario en su función social, donde mejor se diluyen los límites entre la obra de arte y el invento técnico. Afortunadamente, quienes visiten la exposición del Museo Picasso Málaga podrán ver y habitar el Proun con todas las de la ley a través del Prounenraum, reproducción del montaje que El Lissitzky presentó en Berlín en 1923 y que, tras su destrucción por los nazis, fue reconstruido en 1971. Lo que se exhibe aquí es la búsqueda de un arte total, sin distinción en cuanto a taxonomías; pero, más aún, la experiencia de haberlo encontrado. 

Como es habitual, el Museo Picasso (que el próximo lunes 30 inaugura la segunda exposición temporal del periodo estival, Picasso TV) completa el contenido de La experiencia de la totalidadcon un seminario que se celebra hoy y mañana en el Auditorio de la pinacoteca, con cuatro conferencias. Hoy martes a las 19:00, el historiador Juan Pablo Fusi, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, disertará sobre Lenin, Trotsky, Stalin: Tres que hicieron una revolución; y posteriormente, la comisaria de la exposición, Oliva María Rubio, pronunciará la ponencian El Lissitzky y su tiempo, el artista global. Mañana miércoles, a la misma hora, el jefe de colecciones del Museo Nacional de Arte de Cataluña, Juan José Lahuberta, brindará su conferencia La mano, el ojo y el compás; y, para terminar, el conservador de arte ruso del Van Abbemuseum de Eindhoven, Willem Jan Renders, tomará el relevo con El Prounenraum de El Lissitzky: entre la composición y la construcción. Y con ello, tal vez aquel artista al que nada le fue ajeno, ni dentro ni fuera del arte, no sea ese ruso tan desconocido como su siglo.

http://www.malagahoy.es/article/ocio/1801827/la/musa/hombre/nuevo.html

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