domingo, 31 de mayo de 2009

Sobrevivir contra el paro: malagueños en el límite

Sin recursos. La crisis ya ha supuesto el ingreso en la pobreza de numerosas familias de economía saneada. Desempleo. Los parados con contrato temporal y escasos meses de subsidio han sido los primeros en verse en situación desesperada

LUCAS MARTÍN. MÁLAGA "Si me lo hubieran dicho hace unos meses, no lo habría creído. Ahora tampoco puedo". Es la frase más repetida. La pobreza no es cuestión de fe, pero en la sociedad, a pesar del peso de las evidencias, cunde el escepticismo. Hogares prósperos y con recursos se han desmoronado en el plazo de un año, familias con ingresos modestos, pero estables, se adhieren deseperadamente y con el rostro contraído a los programas sociales. Los elevados índices de desempleo que soporta la provincia empiezan a mostrar su consecuencia más elemental y dramáticamente plástica. Son las verdaderas víctimas de la crisis, el genuino rostro de la chulería financiera y sus escándalos.

Dicen los entendidos que las depresiones económicas siempre atacan a las clases medias. Las toman del cuello y de la cartera y las cercenan. Aquí todavía no se ha llegado a ese punto, ni siquiera nadie ha hablado de la posibilidad de alcanzarlo, pero la crudeza de los números ya se ha traducido en el ingreso a la pobreza de hogares tradicionalmente holgados. Primero en el sector de la construcción, donde las cifras de desaparición de empresas funcionan como una apisonadora. Especialmente, cuando no se goza de un contrato estable y se confía en la continuidad y prodigalidad de las obras.

Es un efecto insultantemente matemático. Las empresas se habían acostumbrado a funcionar con una elevada tasa de trabajadores temporales. Se reduce la actividad y adiós al complemento de plantilla. Muchas familias están en esas coordenadas. Entre ellas, la de M.T.G., trabajadora eventual del sector turístico, que ha visto cómo los hoteles, otrora rápidos en disputarse sus servicios, delegan todo el trabajo en el personal de plantilla.

El número de hogares al borde del colapso, intolerable en un sociedad proclamada primermundista, podría multiplicarse en los próximos meses. Si el sistema económico no se revitaliza, lo peor está por llegar. Los especialistas coinciden en pronosticar un futuro ofensivamente crítico, sobre todo, cuando se agote el cobro de subsidios. Las prestaciones por desempleo no duran para siempre y el mercado, al menos por el momento, se antoja incapaz de asumir mano de obra en términos tan masivos. De no producirse un viraje radical en el funcionamiento de la maquinaria, la provincia contará con miles de familias dependiendo en exclusiva de alrededor de cuatrocientos euros, el último de los subsidios, por cierto.

Pero no todos están en situación de poner la mano en la ventanilla. Existen multitud de desempleados, como los que aparecen en este reportaje, que ni siquiera tienen derecho a paro. Un problema que agiganta su gravedad en el caso de los trabajadores autónomos, pendientes de pagos de empresas en quiebra, de milagros no siempre subvencionados por el Estado.

La mejor manera de observar la falta de recursos es hacer cuentas. Si no se tienen ingresos, lógica fatalmente cabezona, es difícil superar las carencias. Más aún si se le añaden los impuestos, moneda de cambio para los emprendedores, papel sangrante cuando el trabajo no da dinero. El panorama no invita a bajar la guardia, ni siquiera con las ventajas fiscales arbitradas en las últimas semanas en el Congreso.

Desde que estalló la crisis, las asociaciones humanitarias han tenido que redoblar el esfuerzo. La demanda ya no se circunscribe en exclusiva a familias desestructuradas, miserablemente golpeadas por problemas internos. Muchos hogares que no preveían el escalabro, andan sobreviviendo bajo una capa espesa de impotencia. Un ejemplo son María Dolores y Paco, matrimonio sin más desavenencias que las dificultades para armar el bolsillo y llenar el carro de la compra.

En el nuevo grupo de personas con dificultades económicas caben todo tipo de supuestos: albañiles sin obra, niños con sus padres en paro, eventuales a los que no les llega el subsidio de desempleo. Las iniciativas, como el cheque-comida puesto en marcha por Unicaja y coordinado por Bancosol, son cada vez más necesarias y reclamadas. Una de las asociaciones encargadas de ponerlo en práctica, Padre Huelin, ha visto engrosar la lista de candidatos y agigantarse la casuística de la pobreza.

El agujero parece no tener fondo. Cada hogar se agarra a su esperanza más próxima, la promesa de cobro que ha dado la empresa, los próximos proyectos de construcción de la Junta o el Ayuntamiento, la prometida fluidez de los bancos, aparentemente promovida con la inyección de liquidez puesta en marcha por el Gobierno hace ya casi un año.

Mientras tanto quedan los recursos sociales, pero no todos tienen acceso. M.T.G., se queja de no entrar en ninguno de los supuestos establecidos para la concesión de ayudas, a pesar de tener dos niños pequeños. Otros andan pugnando por entrar en alguna lista de vivienda social, de costes reducidos, aunque se trate de un simple alquiler a mitad de precio.

Son variaciones de un mismo deseo. Que el mercado reflote, que se generen puestos de trabajo y se pueda alcanzar un sistema de ingresos. Según las últimas previsiones, será a partir de 2011 cuando los números comiencen a inscribirse con un rojo menos duro e hiriente. Un periodo aparentemente corto, demasiado largo si se está ya en el agujero.


http://www.laopiniondemalaga.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2009053100_2_263145__Malaga-Sobrevivir-contra-paro-limite


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