Su imagen era inconfundible: sus gafas, su bigote, sus botines, su chaleco, y ese vozarrón reflejo de su fuerte y poderosa personalidad, tan poderosa que hasta sus silencios, sus meros gestos eran capaces de conseguir la leal y sincera atención. Leopoldo del Prado, Leo, siempre acarreando esa maleta enorme donde se podían mezclar de forma natural la legislación laboral con el último comunicado del PCPE o de cualquier partido u organización comunista de cualquier parte del mundo, murió la tarde del lunes 13 de julio del 2009, pero jamás se fue de nuestros corazones, de nuestras mentes, y de los recuerdos ya imborrables de quienes con él compartimos trinchera en la lucha por una Humanidad libre de explotación y opresión.
Hablar de Leopoldo del Prado, para mí, es hablar de un maestro, de una persona que me ha enseñado a pensar, a comportarme, a sentir y a vivir como un comunista. Aún recuerdo una frase que me dijo en una ocasión y que jamás olvidaré: “Antón, hasta de la persona que tú creas más estúpida siempre puedes aprender algo”, justamente eso es lo que define a un buen maestro: no sólo su capacidad de enseñar de una forma unilateral y unidireccional, sino de enseñar aprendiendo, y Leo enseñaba aprendiendo, en realidad, estuvo toda su vida aprendiendo para enseñar, para compartir.
Pero sobre todo, hablar de Leo es hablar de una trayectoria de lucha intachable, de la historia viva y real del movimiento comunista en Andalucía, en el Estado español, y en el mundo de los últimos 40 años aproximadamente. Hablar de Leo es hablar de una persona que tuvo la extraordinaria y nada fácil capacidad de mantenerse en sus principios comunistas marxistas-leninistas sin la menor señal de sectarismo o estúpida arrogancia. Por eso mismo, Leo fue un militante comunista de una pieza, de firmes y vigorosos principios, sin miedo a decir lo que pensaba, como él mismo me dijo: ”Yo en los comités centrales del PCPE digo lo que pienso y punto”, o cuando contaba las anécdotas, llenas de ese humor ácido que rozaban a veces el absurdo, de sus discusiones con dirigentes soviéticos a los que les decía a la cara lo que pensaba, les gustara o no, en una época en que estos dirigentes se paseaban por el mundo entero creyéndose portadores de la única y verdadera teoría y práctica revolucionaria posible. Leo era una persona de principios, y cuando veía que esos principios se traicionaban o se vendían reaccionaba consecuentemente.
Ser consecuente con sus principios le llevó, como no podía ser de otra manera, a organizarse en la clandestinidad, a ser detenido y a pisar las podridas cárceles del fascismo español, por eso mismo, y como se ha recordado en muchas ocasiones, Leo se tuvo que examinar de algunas asignaturas de la carrera de Económicas en la cárcel. Leo destacó como azote antifranquista en el frente estudiantil y como organizador del PCE y de las CCOO, a principios de los 70 del siglo pasado, en una Málaga que empezaba despertar de una terrible pesadilla, de ese mal sueño de sangre, dolor, silencio y humillación en la que cayó un frío febrero de 1937, cuando las tropas de esa mala bestia llamada Queipo de Llano entraron por sus puertas.
Más tarde, tras la muerte de Franco, destacó consecuentemente en la crítica a la dirección del PCE, deseosa de asentar cómodamente al Partido en las instituciones del nuevo régimen postfranquista. Toda esa institucionalización del Partido suponía una traición a los principios por los que Leo se había jugado el pellejo, un auténtico desarme político e ideológico de gran parte del movimiento obrero y popular del Estado español que había confiado ciegamente en el PCE. Leo se opuso a la Constitución española de 1978, una Constitución que establecía una monarquía con un Rey nombrado por Franco, que negaba la restauración republicana, que no respetaba el derecho de autodeterminación de los pueblos y que consagraba el modo de producción capitalista y la propiedad privada de los medios de producción, en definitiva, una Constitución hecha a la medida del gran capital español. Como Leo solía explicar al respecto, si aprobaron la Constitución del 78 fue por el chantaje al que sometieron a los pueblos del Estado español dándoles a elegir entre monarquía constitucional o dictadura militar.
Esa misma actitud crítica que Leo tuvo frente a la Constitución del 78 también la tuvo en la llamada “cuestión andaluza”, cuando el PCE no se planteaba para Andalucía el más mínimo reconocimiento político, forzando en 1977 tras el 4 de Diciembre y el clamor por un verdadero autogobierno andaluz, sus posiciones.
A pesar de todo, y con los carrillistas enfilándole, Leo consiguió ser candidato a alcalde por el PCE en Málaga en las primeras elecciones municipales postfranquista, en 1979, en una campaña electoral memorable, la famosa “campaña de los enchufes”. Leo solía contar aquella experiencia con emoción, como reviviendo la ilusión de aquellos momentos ya lejanos. El resultado no pudo ser mejor: el PCE obtuvo 7 concejales, formando gobierno con el PSOE y el antiguo PSA (Partido Socialista de Andalucía). Leo consiguió ser así el primer Teniente de Alcalde, comunista, de la Málaga postfranquista. Sin embargo, las contradicciones se hacían cada vez menos conciliables y más evidentes, la situación era insostenible y terminó con la expulsión de Leo y de la camarada Gloria Fernández del PCE. Tras esta expulsión, alrededor de 500 militantes del Partido en Málaga se dieron de baja en solidaridad con Gloria y Leo. Como él mismo siempre señalaba, quienes le expulsaron del PCE hoy están en el PSOE, bien acomodados en instituciones locales y autonómicas. La famosa “campaña de los enchufes” del PCE de Málaga del año 79, en referencia a los “enchufes” que había que “desenchufar”, en clara referencia a la corrupción municipal con la que se pretendía acabar y que tanto entusiasmo popular despertó, acabó finalmente con el PCE “desenchufando” a concejales comunistas honrados y “enchufando” a “los de siempre”, como en el franquismo.
A raíz de esta expulsión, Leo participaría en el denominado Movimiento para la Recuperación del PCE, una plataforma que se encargó de agrupar al creciente número de elementos críticos de izquierda expulsados del PCE. Esta plataforma, junto al PCEU (Partido Comunista de España Unificado), el PCC (Partit dels Comunistes de Catalunya) de Pere Ardiaca, y las Células del PCE dirigidas por el histórico Pepe Satué, junto a un buen número de militantes denominados “prosoviéticos” expulsados del PCE y encabezados por el también histórico Ignacio Gallego, llevaron acabo el conocido como Congreso de Unidad de los Comunistas en enero de 1984, dando lugar primeramente al PC (Partido Comunista, conocido popularmente como el “pe cé punto”), y ya finalmente en el año 1986, al Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE). De todo aquel proceso, fue Leo no sólo testigo sino protagonista activo, como igualmente, fue protagonista en 1985 de la fundación del Partido Comunista del Pueblo Andaluz (PCPA), fruto de la confluencia en Andalucía del PC “punto” y del denominado Frente Leninista de Andalucía, junto a sectores críticos, también llamados por la prensa del momento como “prosoviéticos” del PCA (Partido Comunista de Andalucía). Leo siempre formó parte de las direcciones tanto del PCPE como del PCPA prácticamente desde su creación y hasta el final de sus días.
Sin duda alguna, la labor incansable de Leopoldo del Prado, sin desmerecer la de otras personas, ha tenido muchísimo que ver en el fortalecimiento del PCPE como partido comunista. En el plano internacional, el PCPE le debe a Leo mucho de la relevancia que ha adquirido.
Igualmente, si por algo también ha destacado Leo políticamente es por la búsqueda de la unidad de la izquierda revolucionaria y combativa andaluza, por la búsqueda de un referente unitario de izquierdas, transformador y defensor de los derechos nacionales de Andalucía. Prácticamente, podemos decir que Leo ha recorrido la geografía andaluza de norte a sur y de este a oeste en reuniones con diferentes organizaciones políticas andaluzas de izquierdas. Habrá quien piense que todas esas reuniones, que todas aquellas plataformas políticas que fueron surgiendo y que lamentablemente, acabaron desapareciendo fueron un fracaso y una pérdida de tiempo, sin embargo, personalmente, de Leo aprendí que siempre valía la pena intentarlo, por muy difícil que pareciera, por muy condenado al fracaso que pareciera. Buscar la unidad en Andalucía valía la pena y lo sigue valiendo, y no porque sí, no por adorar el concepto de unidad en sí mismo sino porque es una necesidad vital para la clase obrera y los sectores populares andaluces el contar con ese referente político unitario. Como él mismo solía decir una y otra vez: “es una cuestión estratégica”, y es que Leo creía firmemente que la lucha por los derechos nacionales de Andalucía debía servir de pegamento de la izquierda revolucionaria andaluza con todas las consecuencias políticas. Quién sabe, muy posiblemente, si algún día surge en esta Andalucía un referente político unitario será de las cenizas de aquellos fracasos. Como siempre, Leo dio ejemplo al respecto encabezando en el 2007 la lista del Bloque Andaluz de Izquierdas (BAI) a las municipales por Málaga, aún a pesar de mil dificultades y de mil discusiones tensas, y como no, de estar ya su salud tocada.
Lo mismo que hemos dicho en lo político, lo podemos aplicar al plano sindical, sin lugar a dudas podemos calificar la intervención de Leo en el proceso de conformación del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) como crucial y fundamental, no es exagerado, es así, y quienes en septiembre del 2007 nos dimos cita en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla en la Asamblea Constituyente del SAT, así lo habremos de admitir.
Hace dos años murió un gran comunista, una gran persona, alguien con el que tuve muchísimas coincidencias y encuentros, y también desencuentros, alguien con el que milité en el PCPA-PCPE, en el SAT, en el BAI o en Asamblea de Andalucía, una persona con la que organicé no sé cuántas manifestaciones, charlas, o encuentros. Jamás olvidaré los debates que tuve con él ya fueran sobre la situación del movimiento comunista internacional, sobre la construcción del socialismo en los años 20-30 en la URSS, o sobre la cultura andaluza, que por cierto, a nadie se le olvide tampoco que Leo fue un gran entendido en flamenco. Hace dos años murió una persona cuya figura y talla debe ser reconocida como referente político de primer orden del movimiento comunista y revolucionario en general en Andalucía y el mundo entero, no exagero ni una pizca. Pero también murió un gran ser humano, una buena persona, íntegra, con un sentido del humor ácido, irónico y muy muy inteligente, solidaria, culta, luchadora, tenaz y optimista.
La clase obrera y los pueblos que luchan por su liberación no pueden permitirse que la muerte de luchadores de la talla de Leo supongan un olvido, es una cuestión de principios, es algo elemental. En estos momentos de grave crisis del capitalismo, ejemplos de dignidad y honestidad en la lucha como los de Leo han de estar presentes no sólo en la memoria, sino, más importante aún, en la lucha. No olvidemos nunca que la memoria y el recuerdo deben ser un arma para luchar en el presente y conquistar el futuro que Andalucía, los pueblos y toda la Humanidad trabajadora se merecen.
http://www.erllano.org/2011/07/15/leopoldo-del-prado-presente-en-la-memoria-presente-en-la-lucha-2/
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