Han pasado la barrera psicológica de los treinta. Por ley de vida, deberían haber dejado el nido paterno en busca de la independencia. Sin embargo, los ingredientes sociales, agriados con una crisis que dura ya cuatro años, les impiden alzar el vuelo, como reflejan los informes oficiales. Los últimos datos recogido por el Instituto de Estadística de Andalucía (IEA) revelan que la coyuntura económica no ha hecho más que sembrar nuevos obstáculos en este difícil camino hacia la emancipación. Así, el pasado 2010, el 27,4% de los malagueños entre 30 y 34 años -nada menos que uno de cada tres- seguían residiendo en casa de sus padres. El porcentaje no solo es el más elevado de Andalucía (donde la media es del 22%) sino que, además, se ha incrementado en cinco puntos porcentuales desde que estalló la burbuja inmobiliaria, a finales de 2007.
Algunos ni siquiera han tenido la oportunidad de dar el salto del hogar familiar y otros muchos se han visto obligados a regresar a él en los últimos años, la mayoría por culpa del drama del paro. Rocío Jiménez, una malagueña de 32 años, pertenece a este segundo grupo. A los 26, tras firmar su primer contrato laboral como auxiliar administrativa de una empresa del ramo de la construcción, hizo las maletas con una amiga y decidió alquilarse un piso en busca de su ansiada independencia.
Entonces, cuenta, eran otros tiempos. «El negocio inmobiliario saboreaba un buen momento, cobraba un buen sueldo y podía permitirme un piso en condiciones donde tener más libertad y autonomía, lejos de mis padres», explica Rocío. Su proyecto, sin embargo, se vino abajo cual castillo de naipes hace ahora cerca de dos años, cuando la facturación de su empresa se desplomó y tuvieron que despedirla. «Para mí fue durísimo. Sin una nómina no podía seguir pagando el alquiler, la letra del coche, el seguro... Por más que hice números no me cuadraban y tuve que volver con mis padres. Estoy encantada de estar con ellos, pero ya que tenía mis hábitos, mi forma de organizar la casa y mi rutina, no me acostumbro. Pero, por ahora que sigo en paro, es lo que hay», añade.
Historias truncadas
Su caso es solo uno de muchos. Y es que, como recuerdan los expertos, desgraciadamente, Málaga está llena de historias truncadas como las de Rocío protagonizadas por personas que superan con creces las tres décadas de vida. «La crisis ha hecho que muchos tengan que volver al entorno familiar», destaca desde Analistas Económicos Felisa Becerra.
Sobre las causas que provocan que Málaga esté a la cabeza Andaluza en la proporción de mayores de 30 años sin emancipar, esta economista recuerda que la provincia no solo soporta la mayor tasa de desempleo de la región sino que, además, es la que ha tenido precios de vivienda más desorbitados en los últimos tiempos. «Ambos ingredientes son frenos determinantes que impiden a decenas de treinteañeros plantearse siquiera la emancipación», argumenta Becerra. Y continúa: «El mercado laboral es la pieza clave. Hasta que no se normalice y se genere empleo, los jóvenes lo tendrán muy complicado».
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